A lo largo de estos primeros diez años de este festival de cine del suroccidente colombiano se ha desenvuelto una utopía de amigos del cine, de juegos experimentando con la imagen en movimiento y buscando aprender de este curioso arte en una región donde la formación en el mismo escasea. Una utopía, una conspiración quijotesca alrededor del celuloide de los personajes menos pensados para gestas de este tipo. Y sin embargo la quijotada se convirtió en un sol en movimiento donde distintos y variados destellos han conspirado para darle color y luz a la ciudad de Pasto junto con su público. Una ventana llena de arte, cierta inocencia y gracia desde donde esta ciudad se asoma al mundo cada año.